Durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro en la solemnidad de la Asunción, el Pontífice elogió el voluntariado y señaló a Jesús y María como modelos: ambos “suben a lo alto glorificando a Dios y sirviendo a los hermanos,” dijo.
Jesús y María, dos vidas que vencen a la muerte y resucitan, recorren el mismo camino: ascienden a lo alto, glorificando a Dios y sirviendo a los hermanos. Alabanza y servicio son los dos aspectos que destacó el Santo Padre Francisco a la hora del Ángelus desde la ventana de su estudio frente a la Plaza de San Pedro, en la solemnidad de la Asunción.
Así como el Hijo sube hacia Jerusalén para entregarse en la cruz, dijo, así la Virgen a la que hoy contemplamos en su ascensión en cuerpo y alma a la gloria del Cielo, “sube hacia una región montañosa para ayudar a su prima Isabel.”
Voluntariado: amor que eleva la vida
“Cuando nos abajamos para servir a los hermanos –” observó el Papa “– es cuando subimos: es el amor que eleva la vida.” El servicio no es un camino fácil: “La Virgen, que acaba de concebir, recorre casi 150 kilómetros para llegar a casa de Isabel.” El Obispo de Roma añadió:
“Admiro el voluntariado. ¡Ayudar cuesta! También nosotros lo experimentamos, en la fatiga, en la paciencia y en las preocupaciones que comporta el cuidado de los demás.”
Pensemos, por ejemplo, en los kilómetros que tantas personas recorren cada día para ir y volver del trabajo y realizar muchas tareas en favor del prójimo; pensemos en los sacrificios de tiempo y de sueño para cuidar a un recién nacido o a un anciano; y en el compromiso de servir a los que no tienen nada que devolver, tanto en la Iglesia como en el voluntariado. Es fatigoso, pero es subir hacia lo alto, ¡es ganar el Cielo!
Servicio y alabanza
Sin embargo, el servicio sin alabanza a Dios corre el riesgo de ser estéril. “Las personas aburridas que viven de la cháchara son incapaces de alabar,” señaló el Pontífice. María cuando entra en casa de su prima alaba al Señor. “Quien ama a Dios conoce la alabanza. Y el Evangelio de hoy nos muestra una cascada de alabanzas: el Niño salta de alegría en el seno de Isabel.”
“La alabanza aumenta la alegría. La alabanza es como una escalera: eleva los corazones. La alabanza levanta el ánimo y vence la tentación de abatirse. ¡Qué bien hace alabar a Dios todos los días, y también a los demás! ¡Qué bien hace vivir de gratitud y de bendición en lugar de lamentaciones y quejas, levantar la mirada hacia arriba en lugar de enfurruñarse!”
Como María
Además, el Papa Francisco pidió a cada uno que afronte las dimensiones del servicio y de la alabanza:
“Preguntémonos: ¿Vivo mi trabajo y mis ocupaciones cotidianas con espíritu de servicio? ¿Me dedico a alguien gratuitamente, sin buscar beneficios inmediatos? En definitiva, ¿hago del servicio el ‘trampolín’ de mi vida? Y pensando en la alabanza: ¿exulto, como María, en Dios? ¿Rezo bendiciendo al Señor? Y, después de alabarlo, ¿propago su alegría entre las personas que encuentro?”
El Papa en el Ángelus: En los momentos de oscuridad Cristo viene a nuestro encuentro
Este domingo, 13 de agosto, el Santo Padre en su alocución previa a la oración mariana del ángelus, invitó a los fieles y peregrinos a realizar dos cosas que hacen los discípulos en el Evangelio, es decir, “invocar y acoger a Jesús,” cuando nos encontramos en alta mar y a merced de los vientos contrarios, cuando sólo vemos oscuridad y nos sentimos perdidos en la vida.
“Hoy Cristo repite a cada uno de nosotros: ¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo! Ánimo, porque estoy aquí, porque ya no estás solo en las aguas bravas de la vida,” lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del ángelus de 13 de agosto, desde la ventana del Palacio Apostólico, ante miles de fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
¿Por qué Jesús camina sobre las aguas?
Al comentar el Evangelio del XIX Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre dijo que San Mateo 14:22-33 narra un prodigio particular de Jesús: Él, de noche, camina sobre las aguas del lago de Galilea para encontrarse con los discípulos que están haciendo la travesía en una barca.
“¿Por qué hizo Jesús ese gesto? ¿Quizá por una necesidad urgente e imprevisible, para socorrer a los suyos que se encuentran varados por el viento en contra? Sin embargo, fue el propio Jesús quien lo planeó todo, quien les hizo partir al atardecer, incluso – dice el texto – ‘obligándoles.’ ¿Quizá para darles una demostración de grandeza y poder? Pero Él no es así. ¿Por qué lo hizo?”
Las fuerzas malignas que no podían ser dominadas por el hombre
Ante este gesto particular que realiza Jesús, el Papa Francisco señaló que es necesario conocer el mensaje que está detrás de esta narración y el significado de las “grandes masas” de agua de aquel tiempo.
“Detrás del caminar sobre las aguas hay un mensaje que no es inmediato para nosotros. En efecto, en aquella época, las grandes extensiones de agua se consideraban la sede de fuerzas malignas que no podían ser dominadas por el hombre; sobre todo cuando estaban agitadas por la tempestad, las profundidades eran símbolo del caos y recordaban las tinieblas del inframundo.”
Jesús domina las fuerzas malignas
Con esta explicación, el Santo Padre precisó que, los discípulos se encuentran en medio del lago, en la oscuridad: en ellos está el miedo a hundirse, a ser absorbidos por el mal. Y aquí llega Jesús, que camina sobre las aguas, es decir, sobre esas fuerzas del mal, y dice a sus discípulos: “Ánimo, soy yo, ¡no tengan miedo!”
“He aquí el significado del signo: los poderes malignos, que nos atemorizan y que somos incapaces de dominar, con Jesús se ven disminuidos. Él, caminando sobre las aguas, quiere decirnos: ‘No tengan miedo, yo pongo a tus enemigos bajo tus pies:’ ¡no las personas!, ellos no son los enemigos, sino la muerte, el pecado, el diablo: a estos enemigos Él los pisotea por nosotros.”
Invocar a Jesús: ¡Señor, sálvame!
Entonces, aplicando esta situación de los discípulos a la nuestra, el Papa Francisco se pregunta: ¿qué hacer cuando nos encontramos en alta mar y a merced de los vientos contrarios? ¿Qué hacer ante el miedo, cuando sólo vemos oscuridad y nos sentimos perdidos? El Papa dice que podemos hacer dos cosas que hacen los discípulos en el Evangelio: invocan y acogen a Jesús.
“Invocan: Pedro camina un poco sobre el agua hacia Jesús, pero luego se asusta, se hunde y grita: ‘¡Señor, sálvame!’ Esta es una hermosa oración, que expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, de que Él vence nuestro mal y nuestros miedos. Repitámosla también nosotros, sobre todo en tiempos de ‘tormenta’: ¡Señor, sálvame!”
Acoger a Jesús: Él viene a nuestro encuentro
A continuación, el Santo Padre dijo que, los discípulos acogen a Jesús en la barca. El texto dice que, en cuanto subió a bordo, “cesó el viento.” El Pontífice recordó que, el Señor sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el mar en el que navegamos es a menudo agitado.
“Él no nos preserva de la fatiga de la navegación, sino que – el Evangelio lo subraya – exhorta a los suyos a zarpar: es decir, nos invita a afrontar las dificultades, para que también ellas se conviertan en lugares de salvación, en ocasiones de encuentro con Él. Él, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad sale a nuestro encuentro, pidiendo ser acogido, como aquella noche en el lago.”
Ante mis temores, ¿cómo actúo?
Finalmente, el Papa Francisco invitó a los miles de fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro para rezar a la Madre de Dios, y a todos aquellos que seguían el rezo del ángelus a través de los medios de comunicación, que nos preguntemos lo siguiente:
“Ante mis temores, ¿cómo actúo? ¿Voy solo, con mis propias fuerzas, o invoco al Señor? ¿Y cómo es mi fe? ¿Creo que Cristo es más fuerte que las olas y los vientos adversos? Pero, sobre todo: ¿navego con Él? ¿Le acojo, le hago sitio en la barca de la vida, le confío el timón?”
El Pontífice concluyó su alocución invocando a la Madre de Dios y pidiendo a “María, estrella del mar, nos ayude a buscar la luz de Jesús en las travesías oscuras.”