Carta navideña del obispo: El Príncipe de la Paz nos llama a la reconciliación y la sanación

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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

¡Espero que estén celebrando una temporada navideña de paz, alegría, gozo y llena de bendiciones!

La paz es importante durante esta temporada. La leemos en las cartas navideñas, la cantamos en los himnos litúrgicos, la escuchamos en la Sagrada Escritura y en las homilías. Según la incertidumbre que trae el terrorismo, la inestabilidad y la guerra, puede ser difícil conciliar lo que leemos, cantamos y escuchamos sobre la paz con lo que vemos en el mundo.

Luchamos con la esencia del conflicto y la guerra y nos preguntamos cómo la podemos solucionar.

Al preparar nuestros corazones durante la temporada del adviento para recibir el Príncipe de la Paz – y al continuar esa bienvenida durante toda la temporada de la Navidad – podemos obrar con este deseo de paz, especialmente durante este tiempo del año.

Nadie tiene una solución universalmente aceptada. Lo que sí tenemos es la capacidad de tocar los corazones de nuestros vecinos, nuestras colegas, amigos y familiares. Cada uno de nosotros tenemos que tomar en cuenta las personas en nuestras vidas con quiénes debemos reconciliarnos y obrar con misericordia.

¿Hay alguien que conoce así en su familia o en su lugar de trabajo? ¿Hay manera de proceder en el camino hacia el perdón y la sanación?

Meditase en como se preparó para la Navidad, creando un espacio para Cristo en su corazón. Después, el próximo paso es tomar esta paz y compartirla con su familia y con otros. La caridad empieza desde el hogar. Si tenemos conflicto interno con amistades o con la familia, debemos de obrar en ese lugar primero. Por medio de esta reconciliación, podemos dejar una huella.

Al celebrar el Misterio Pascual de Cristo, la misma raíz de la reconciliación, paz y unidad, pídase la gracia de ser un viñador de la paz. Por medio de nuestra forma de ser y esperanza, somos llamados a esta vocación aunque vivimos en un mundo que desanima y denigra a los trabajadores por la paz.

Guardamos en nuestros corazones las palabras de Jesús en la Última Cena: “Os dejo la paz, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde” (Jn. 14,27).

Que el 2024 sea un año en que se llene su corazón de paz y en que laboremos juntos por ella, enseñada y ejemplificada por Jesucristo.

 

Con mis saludos más cordiales,

Reverendísimo Barry C. Knestout

Obispo de Richmond

 

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