Santa Faustina y las visiones que inspiraron el Domingo de la Divina Misericordia

Un imagen de la Divina Misericordia. (iStock)

(OSV News) — Entre 1931 y 1938, una joven monja llamada Sor María Faustina afirmó haber experimentado una serie de visiones, mensajes, y conversaciones en las que Nuestro Señor Jesús le pidió que estableciera una devoción a su Divina Misericordia.

Helena Kowalska, quien se convirtió en Sor María Faustina de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia en Varsovia, nació en 1905 cerca de Lodz, Polonia. A los 20 años ingresó al convento y vivió allí el resto de su vida. Poco tiempo después, comenzó a recibir mensajes y visiones de Jesús.

Faustina documentó todos estos episodios – más de 1.800 entradas – en su diario, que hoy es un libro clásico titulado “La Divina Misericordia en mi Alma.” Fue una profeta y una mística, agraciada con muchos dones sobrenaturales. Su profundo amor por la Eucaristía y por la Santísima Virgen María tal vez fueron algunas de las razones por las cuales Jesús la eligió para compartir su mensaje de misericordia.

Los mensajes impartidos a Faustina fueron recibidos en una época de creciente inestabilidad en Europa: en medio de un desastre económico, Hitler y los nazis se estaban apoderando de Alemania, al igual que Mussolini y los fascistas en Italia. Se construyeron los primeros campos de concentración y se promulgaron las Leyes de Núremberg contra los judíos. El control de la mayoría de los países europeos se concentraba cada vez más en manos de tiranos, lo que condujo a los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Todo esto ocurrió poco tiempo después de la Primera Guerra Mundial, que había terminado menos de 25 años antes. Jesús le dijo a Faustina que “la humanidad no encontrará la paz hasta que se dirija con confianza a Mi Misericordia” (“Diario,” n.º 300).

El diario señala que, para alcanzar la divina misericordia de Jesús, la humanidad necesita una relación de confianza con nuestro Salvador. Jesús le dice a Faustina repetidamente que podemos depender de su amor y su misericordia si tan solo nos volvemos hacia Él, nos arrepentimos de nuestros pecados, y confiamos en Él: “Dejaran de existir el cielo y la tierra antes que mi misericordia dejara de abrazar a un alma que confía” (“Diario,” n.º 1777).

Él también le manifestó en varias ocasiones que deseaba que se estableciera una fiesta de la misericordia y que se celebrara el primer domingo después de Pascua. Le dijo: “Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. (…) Deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua” (“Diario,” n.º 699).

La misericordia de Cristo que recibimos debe ser compartida con nuestro prójimo; así como Él es misericordioso con nosotros, nosotros debemos ser misericordiosos con los demás.

Después de la muerte de Santa Faustina en 1938, el diario original fue reescrito por miembros de su congregación y, basándose en esa versión, tanto el diario como la devoción propuesta fueron prohibidos por el Vaticano en 1959. Diecinueve años después, una revisión de los documentos originales de Sor Faustina llevó al levantamiento de esa prohibición.

El 30 de abril del año 2000, Faustina fue la primera persona canonizada en el nuevo milenio. El Papa San Juan Pablo II (1978–2005) no solo elevó a la hermana Faustina Kowalska a los altares, sino que declaró durante su homilía de canonización que, “de ahora en adelante, en toda la Iglesia, (el segundo domingo de Pascua) se llamará Domingo de la Divina Misericordia.” Algunos grupos religiosos están promoviendo que Santa Faustina sea nombrada doctora de la Iglesia.

Cuando participamos en una celebración de la Divina Misericordia en ese domingo especial, nos conmueven las bellas oraciones que Jesús le enseñó a Faustina: “Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.” Seguido de: “Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero” (“Diario,” n.º 476).

 

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