CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Siglos de experiencia lidiando con la muerte, u ocasional renuncia, de un papa han dejado a la Iglesia Católica con instrucciones detalladas sobre quién tiene la responsabilidad de planificar el funeral, preparar la elección de un nuevo papa y ocuparse de los asuntos esenciales hasta que esta suceda.
Las instrucciones se encuentran en la constitución apostólica de San Juan Pablo II de 1996, “Universi Dominici Gregis,” que fue revisada por el papa Benedicto XVI en 2007 y de nuevo justo antes de su renuncia en 2013.
El funeral y el entierro de un papa que muere en el cargo debe tener lugar “entre el cuarto y el sexto día después de la muerte,” dice el documento. La fecha exacta se determina en una reunión de todos los cardenales que pueden llegar al Vaticano inmediatamente después de la muerte papal.
Los cardenales también determinan cuándo debe comenzar el cónclave para elegir a un nuevo papa, aunque la actualización del papa Benedicto de “Universi Dominici Gregis” establece que debe ser al menos 15 días después de la muerte o renuncia del papa y no puede ser más de 20 días desde la vacante del sucesor de Pedro.
Empezar el cónclave antes sería posible, dijo, si es que está claro que todos los cardenales electores están presentes. Los cardenales electores son aquellos que tenían menos de 80 años el día de la muerte o renuncia del papa.
El funeral marca el inicio de un periodo obligatorio de nueve días de luto oficial. Durante los ocho días siguientes se celebran otras misas conmemorativas en la Basílica de San Pedro. El periodo de nueve días se conoce como “novendiales.”
Con la muerte de un papa, la mayoría de los altos funcionarios vaticanos – incluidos los prefectos de los dicasterios – pierden su trabajo, pero eso no significa que la mayoría de los empleados del Vaticano tengan tiempo libre. La actividad ordinaria continúa con los secretarios de los dicasterios, que supervisan el flujo constante de papeleo, correspondencia y planificación de reuniones.
Sin embargo, se suspende la publicación de documentos, el nombramiento de nuevos obispos y la aprobación de estatutos para universidades católicas y órdenes religiosas. Todo lo que deba publicarse en nombre del Vaticano o en nombre del papa debe esperar a la elección de un nuevo papa y a la reconfirmación o nombramiento de prefectos para los diversos cargos.
Los dos altos funcionarios del Vaticano que conservan sus títulos y responsabilidades son el “camarlengo” o chambelán, actualmente el cardenal estadounidense Kevin J. Farrell, cuya labor empieza de inmediato tras la muerte o renuncia de un pontífice, y el jefe de la Penitenciaría Apostólica, el cardenal Angelo De Donatis. La Penitenciaría Apostólica es un tribunal vaticano que se ocupa de asuntos relacionados con el sacramento de la confesión y con las indulgencias, así que su papel se mantiene porque es la persona que asegura la posibilidad de absolución a los penitentes culpables de pecado grave y que buscan el perdón.
“Universi Dominici Gregis” también precisó que “el Limosnero de Su Santidad continuará en el ejercicio de las obras de caridad, con los mismos criterios usados cuando vivía el Pontífice.” Ese cargo lo ocupa el cardenal Konrad Krajewski, quien también es prefecto del Dicasterio para el Servicio de la Caridad.
Todo lo que tiene que ver con el funeral y con los preparativos del cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco es potestad del Colegio Cardenalicio.
Los ritos y rituales utilizados – desde la verificación formal de la muerte del papa hasta las ocho misas conmemorativas posteriores al funeral – están publicados en el “Ordo Exsequiarum Romani Pontificis” (“Ritos funerarios del Romano Pontífice”), que fue aprobado por San Juan Pablo II en 1998, pero no se publicó hasta el día siguiente a su muerte en 2005.
A finales de 2024, el Vaticano publicó una versión más reciente y simplificada por orden del papa Francisco.
El médico que dirige el servicio sanitario vaticano expide una certificación civil de la muerte del papa, incluida su causa.
Pero la verificación ritual de la muerte del papa tiene lugar en la capilla de su residencia y está presidida por el camarlengo, asistido por el decano del Colegio Cardenalicio, el maestro de ceremonias litúrgicas papales y el médico.
Si es que era en algún momento costumbre usar un martillo de plata para golpear la frente del pontífice recién fallecido, dicha práctica ha estado en desuso desde hace mucho.
El camarlengo también es responsable de poner los sellos en el estudio y el dormitorio del papa y notifica oficialmente al cardenal vicario de Roma y al arcipreste de la basílica de San Pedro.
Antes del cónclave, todos los cardenales – incluidos los mayores de 80 años – participan en “congregaciones” del Colegio Cardenalicio.
La congregación general, con todos los cardenales, se ocupa de las “cuestiones más importantes”, según “Universi Dominici Gregis”, mientras que “las cuestiones de menor importancia que se vayan presentando diariamente o en cada momento” son tratadas por las “congregaciones particulares.”
El documento dice que tres cardenales “extraídos por sorteo” asistirán al camarlengo cumpliendo mandatos de tres días como miembros de las “congregaciones particulares.” Sin embargo, la constitución apostólica del papa Francisco sobre la Curia Romana, “Praedicate Evangelium,” dice al hablar de estos tres cardenales que uno de ellos “es el cardenal coordinador del Consejo de Asuntos Económicos,” actualmente el cardenal alemán Reinhard Marx de Munich y Freising.
La congregación general se reúne bajo la dirección del decano, el cardenal Giovanni Battista Re, y además de fijar la fecha del funeral y del cónclave, es responsable de:
- Asegurar que una comisión de sus miembros prepare la Domus Sanctae Marthae, la residencia vaticana donde vivió el papa Francisco, para los cardenales durante el cónclave. Las habitaciones se asignarán por sorteo.
- Preparar la Capilla Sixtina para la elección de un nuevo papa.
- Asignar a dos clérigos “de clara doctrina, sabiduría y autoridad moral” la preparación de meditaciones para los cardenales sobre los problemas a los que se enfrenta la Iglesia y sobre la elección del próximo papa.
- Aprobar los gastos asociados con la muerte del papa.
- Organizar la destrucción del anillo papal del pescador y del sello de plomo que marcaba las cartas del papa Francisco.
- Fijar la fecha para el comienzo del cónclave.
Aunque no es tan secreto como el cónclave, los cardenales y quienes les asisten en las reuniones de la congregación general prestan juramento de guardar secreto sobre “cualquier cosa que de algún modo tenga que ver con la elección del Romano Pontífice, o que por su naturaleza, durante la vacante de la Sede Apostólica, requiera el mismo secreto.”
Durante las reuniones de la congregación general previa al cónclave, los cardenales cuentan con los servicios de traductores que trabajan en italiano, español, inglés, francés y alemán, así como ujieres y otros ayudantes.