CHRIST OUR HOPE: A Christmas message from Bishop Knestout
(English and Spanish)

(Photo/Claire Bebermeyer)

Embrace, enjoy the peace Christ provides

Dear Brothers and Sisters in Christ,

Entering this Christmas season, we are moved by the warm imagery that our Nativity sets evoke, the cards we receive depicting the Holy Family, and the carols we hear that remind us of that night in Bethlehem when the birth of Our Savior changed the world.

While I enjoy the sights and sounds of the Nativity, and recall beautiful memories of Christmases past, I also recognize the contrast between the choruses of heavenly peace and the earthly reality of that time. The country in which Mary and Joseph lived experienced violence, fear, suffering and uncertainty. As they journeyed from Nazareth to Bethlehem, they no doubt carried in their hearts anxiety about their safety, given the risks of travel at that time.

That contrast is even more vivid when one considers the war that ravages the Holy Land today, where casualties mount and hostages are held captive, and fear, suffering and uncertainty still reign due to different worldviews among Christians, Jews and Muslims.

A terrible thing about war is that many who initiate it will say it is a necessary action or reaction, but, as Pope Francis stated on the First Sunday of Advent, “War is a horror, war is an affront to God and to humanity, war spares no one, war is always a defeat, a defeat for the whole of humanity.”

The Church always has a heart and sympathy for those who are suffering – especially when it is an injustice, whether that’s because of war or because of the actions that bring about war. Anyone who sees things objectively wants that suffering to be minimized or alternatives found for resolving the conflict.

While the Church works and prays for peace in the Holy Land, its concern for the region, I believe, is evident at Holy Family Hospital in Bethlehem (https://holyfamilyhospital-bethlehem.org/the-hospital/) – 1,500 steps from the place where Our Lord was born.

Established in 1895 by the Daughters of Charity, the hospital in the present day is a state-of-the-art facility that provides maternity and neo-natal care, delivering more than 4,700 babies every year. As part of its responsibilities in the Holy Land, the Knights of Malta in the United States have oversight of the hospital and its board. Through its foundation, they provide more than $2 million annually in support of the hospital’s work.

What has gone unreported during the current Muslim-Jewish conflict is that there is a Christian community living in the Holy Land. Holy Family Hospital is vital to that community’s existence in that it provides employment to people who are often the sole financial support for their immediate and extended families.

Holy Family Hospital is not only a point of stability for health care, but it is a remedy for the area’s economy and for the faith life of Christians. It supports the parish and school, which serve as cultural and social centers that are needed if their members are going to sustain and grow in their faith.

This season, as you view Nativity scenes, read Christmas cards and sing hymns, ask for the intercession of the Holy Family – that the sacrifices they made more than 2,000 years ago inspire peace, healing and well-being in our world – especially in the Holy Land – and in our own lives.

May you and your loved ones celebrate a blessed Christmas, and may you embrace and enjoy the peace that only Christ provides.

Sincerely in Christ,

Most Reverend Barry C. Knestout
Bishop of Richmond

 

Reciban y regocíjense en la paz que nos da Cristo

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Al comenzar esta temporada navideña, nos conmueven las escenas del nacimiento de Jesús, recibimos tarjetas navideñas con retratos de la Sagrada Familia y escuchamos villancicos que nos recuerdan de aquella noche en Belén, cuando el nacimiento de nuestro Salvador cambió el mundo.

Aunque me agradan todos los aspectos de la Natividad y tengo hermosos recuerdos de las Navidades de antaño, también reconozco la diferencia entre los coros que cantan canciones sobre la paz celestial y la realidad terrenal de esa época. El país en el que vivieron María y José experimentó la violencia, el miedo, el sufrimiento y la incertidumbre. Mientras que viajaban de Nazaret a Belén, sin duda sentían en el corazón la ansiedad por su seguridad según los riesgos que se presentaban al viajar en esa época.

Esa diferencia es aún más evidente cuando se considera la guerra que está azotando la Tierra Santa hoy en día, donde la perdida de vida está aumentando y los rehenes siguen cautivos, y el miedo, el sufrimiento y la incertidumbre aún reinan por las diferentes formas de ver el mundo entre los cristianos, los judíos y los musulmanes.

Lo más aterrador de la guerra es que muchos de quienes la inician dirán que es una acción o una reacción necesaria, pero, como afirmó el papa Francisco en el Primer Domingo de Adviento, “La guerra es un horror, la guerra es una ofensa a Dios y a la humanidad, la guerra no perdona a nadie, la guerra es siempre una derrota, una derrota para toda la humanidad.”

La Iglesia siempre tiene un corazón compasivo por los que sufren, especialmente cuando se trata de una injusticia, ya sea a causa de la guerra o de las acciones que la provocan. Cualquiera que vea las cosas con objetividad quiere ver disminuir ese sufrimiento o que se encuentren alternativas para resolver el conflicto.

Mientras que la Iglesia labora y ora por la paz en la Tierra Santa, también proporciona este sentir de servicio en el Hospital de la Sagrada Familia en Belén (https://holyfamilyhospital-bethlehem.org/the-hospital/), a 1.500 pasos de donde nació Nuestro Señor.

Fundado en 1895 por las Hijas de la Caridad, el hospital es un centro con lo último en la tecnología que ofrece cuidado de maternidad y cuidado neonatal, donde nacen más de 4.700 bebés al año. Los Caballeros de Malta en los Estados Unidos se encargan del hospital y su junta directiva. A través de su fundación, aportan más de 2 millones de dólares anuales para apoyar la labor del hospital.

Lo que no se ha escuchado durante el conflicto actual entre los musulmanes y los judíos es que hay una comunidad cristiana en la Tierra Santa. El Hospital de la Sagrada Familia es indispensable para la existencia de esa comunidad, ya que ello proporciona empleo a personas que a menudo son los únicos que sostienen económicamente a sus familias.

El Hospital de la Sagrada Familia no es sólo un punto de estabilidad para el cuidado de la salud, sino un remedio para la economía de la zona y para la vida de fe de los cristianos. El hospital apoya a una parroquia y a una escuela, que sirven como centros culturales y sociales necesarios para el sustento y crecimiento de la fe de sus miembros.

Esta temporada, al mirar a los pesebres, al leer las tarjetas navideñas y al cantar los himnos, pidan la intercesión de la Sagrada Familia para que sus sacrificios hace más de 2.000 años inspiren paz, sanación y bienestar en nuestro mundo, especialmente en la Tierra Santa y en nuestras propias vidas.

Que ustedes y sus seres queridos tengan una Navidad bendecida, y que reciban y regocíjense en la paz que solo nos da Cristo.

Sinceramente en Cristo,

Reverendísimo Barry C. Knestout
obispo de Richmond

 

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