Viviendo la Semana Santa en vivo

La Semana Santa es un tiempo único en el año litúrgico. Es el momento en que nosotros conmemoramos los

acontecimientos en la vida de Jesús en sus últimos días. Comenzando con el Domingo de Ramos, después de cuarenta días de ayuno y contrición, los misterios de esta semana se abren y se hacen presentes en nuestro caminar con Cristo. La voluntad de Dios se hace patente en Jesús de una forma muy extraordinaria esta semana y ¿Por cuál razón? “La Semana Santa, en particular la Pasión

y Muerte de Cristo, nos recuerda el Amor de Dios por la humanidad. En su párrafo 604, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice:

Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: ‘En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados’. ‘La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros”. (EWTN.com)

Como seguidores del maestro, somos llamados a imitarlo en todo sentido de la palabra y Palabra. P minúscula en todo lo que ha dicho y ha hecho y P mayúscula en todo lo que Dios nos revela en la Sagrada Escritura y la Tradición de nuestra Iglesia. Entonces, ¿De cuáles maneras podemos participar en esta semana con más dedicación y devoción a este amor y sacrificio que Dios nos ha dado?

“Durante la Semana Santa, los fieles pueden ir a misa y participar de las celebraciones que ofrecen sus parroquias como el rezo del Vía Crucis. Además, cada uno puede conmemorar la Semana Santa en su casa. Se pueden leer las Escrituras, en particular los pasajes que relatan los sucesos del Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo. También pueden rezarse los Misterios dolorosos del Rosario.

También es una buena semana para rezar la Coronilla de la Divina Misericordia –toda la Cuaresma es buen momento para esto- y el Viernes Santo puede comenzarse la Novena de la Divina Misericordia para prepararse para el Domingo de la Divina Misericordia. El Señor pidió a Santa Faustina que se rezaran estas devociones para que las gracias de la Redención se derramaran más abundantemente en las almas.” (EWTN.com)

Al llegar a esta semana culminante, por razones culturales, muchos de nosotros conocemos muy bien los sucesos del Domingo de Ramos y los del Jueves Santo y Viernes Santo en la vida de Jesús. Las palabras y las acciones de Jesucristo resuenan con el servicio (Jueves Santo) y el sufrimiento (Viernes Santo) que forman parte de nuestras experiencias diarias con Hispanos/ Latinos y en nuestras culturas según como se manifiestan en nuestros países. Pero ¿Cómo podemos meditar sobre los eventos que nos empiezan a encaminar hacia la Pasión? Reflexione sobre las siguientes ocho frases para empezar bien la Semana Santa:

1. Ante todo quiero decirle a cada uno la primera verdad: “Dios te ama”. Si ya lo escuchaste no importa, te lo quiero recordar: Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida. En cualquier circunstancia, eres infinitamente amado.

2. Quizás la experiencia de paternidad que has tenido no sea la mejor, tu padre de la tierra quizás fue lejano y ausente o, por el contrario, dominante y absorbente. O sencillamente no fue el padre que necesitabas. No lo sé. Pero lo que puedo decirte con seguridad es que puedes arrojarte seguro en los brazos de tu Padre divino, de ese Dios que te dio la vida y que te la da a cada momento. Él te sostendrá con firmeza, y al mismo tiempo sentirás que Él respeta hasta el fondo tu libertad.

3. Para Él realmente eres valioso, no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño. No quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor.

4. Ese Cristo que nos salvó en la Cruz de nuestros pecados, con ese mismo poder de su entrega total sigue salvándonos y rescatándonos hoy. Mira su Cruz, aférrate a Él, déjate salvar, porque «quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento»

5. Y si pecas y te alejas, Él vuelve a levantarte con el poder de su Cruz. Nunca olvides que «Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría».

6. El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, que todas nuestras fragilidades y que todas nuestras pequeñeces. Pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces como Él quiere escribir esta historia de amor. Porque la verdadera caída –atención a esto– la verdadera caída, la que es capaz de arruinarnos la vida es la de permanecer en el piso y no dejarse ayudar»

7. ¡Él vive! Hay que volver a recordarlo con frecuencia, porque corremos el riesgo de tomar a Jesucristo sólo como un buen ejemplo del pasado, como un recuerdo, como alguien que nos salvó hace dos mil años. Eso no nos serviría de nada, nos dejaría iguales, eso no nos liberaría. El que nos llena con su gracia, el que nos libera, el que nos transforma, el que nos sana y nos consuela es alguien que vive.

8. Si alcanzas a valorar con el corazón la belleza de este anuncio y te dejas encontrar por el Señor;
si te dejas amar y salvar por Él; si entras en amistad con Él y empiezas a conversar con Cristo vivo sobre las cosas concretas de tu vida, esa será la gran experiencia, esa será la experiencia fundamental que sostendrá tu vida cristiana. (Opusdei.org)

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